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domingo, 10 de mayo de 2015

un brillante ahorro.cuento


        
         H abía una vez un bosque con muchos árboles grandes y muy frondosos; eso hacía que fuera muy espeso. Es decir, tenía poca luz aun en pleno día. Casualmente, en medio de este  bosque se encontraba un castillo habitado por un hada a quien no le gustaba la oscuridad. Al atardecer, encendía todos los focos de su palacio, y, en verdad, había muchos.

     Los animalitos del bosque iban a ver ese gran castillo iluminado. Lo que más les gustaba era contemplar al hada, pues volaba por los aires empuñando su chispeante varita mágica. Pasaba cerca de la fuente y el brillo de su varita hacía resplandecer los peces de colores en las aguas. Aquello era un espectáculo muy lindo.

Un día llegó la factura de luz.

     —¡Recórcholis!— exclamó el hadita, rascándose la cabeza—. Es mucho dinero lo que tengo que pagar… Eso me pasa por no calcular el gasto de energía eléctrica en mi castillo…

     Como era un hada de ideas claras, decidió arreglar el asunto de una vez. Tomó su varita (esta vez no prendió los foquitos que hacían chispas) y partió a pagar su cuenta. Después, visitó un supermercado. En la sección de focos, le explicó su problema al vendedor, quien le respondió:

     —Señora hada, su asunto es sencillo de solucionar. Le sugiero cambiar sus focos incandescentes por éstos, que son fluorescentes.
—Mmm… No entiendo nada —dijo el hadita, preocupada.

   —Verá —contestó con paciencia el vendedor—, los focos fluorescentes tienen mayores beneficios: a pesar de ser un poco más caros, gastan menos electricidad. Eso hace que usted ahorre en el consumo eléctrico. Además, irradian la misma cantidad de luz y duran mucho más. ¡Definitivamente, le recomiendo que haga el cambio de focos esta misma noche!

     El hadita, ya más animada, preguntó:
¿Eso significa que ahorraré mucho con estos focos mágicos?

     —Fluorescentes, señora, no mágicos. Así es, su gasto será mucho menor —dijo el vendedor, mientras bajaba los focos del estante—. ¿Cuántos quiere?

     El hadita salió del supermercado cargada de focos fluorescentes (también compró baterías recargables para su varita mágica).
Tiempo después, cuando llegó nuevamente la factura del consumo de luz, se puso contenta pues, la verdad, ¡se redujo mucho el pago!

    Esa noche, para festejar tan buena noticia voló por todo su castillo pero, en vez de prender todos los focos de as habitaciones, sólo encendió aquellos por donde pasaba. Después, alegre, salió volando por una ventana y saludó a los animalitos del bosque con su varita mágica, la cual echaba grandes chispas ¡gracias a sus nuevas baterías recién cargadas!

    Todos reían encantados, incluso los peces de la fuente.

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