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domingo, 24 de marzo de 2019

Lectura de un cuento


Un campesino muy amarrete se pasaba el día vigilando su huerto para asegurarse de que nada y nadie, ni animales, ni personas, le  tocaran ni un pasito.
Un día comprendió que sus dos ojos no alcanzaban para verlo todo, todo el tiempo y decidió construir un espantapájaros.
Hizo los brazos y las piernas con cañas. Con paja completó el cuerpo. Clavó una calabaza como cabeza y en la cabeza colocó dos granos de maíz en el lugar de los ojos, una zanahoria fresca en la zona de la nariz y una hilera de granos de trigo en la boca: los dientes. Después le puso una ropa bastante fea y lo hincó en la tierra. Finalmente el campesino se dio cuenta de que a su muñeco le faltaba un corazón, así que agarró una rica granada de su huerta y se la acomodó en el pecho. Al poco rato, un gorrión necesitado se acercó al huerto donde estaba el espantapájaros y le dijo: - ¡Que buen trigo hay aquí! ¡Dame algo para mis hijos!
- No puedo – respondió el espantapájaros. Pero si te hace mucha falta, te dejo que arranques mis dientes.
El gorrión, contento, recogió los granos de trigo y el espantapájaros quedó satisfecho de su acción, aunque con la boca vacía.
A los pocos días entró al huerto  un conejo. El espantapájaros quiso cumplir con su deber de echarlo, pero el conejo fijando su mirada, imploró: - quiero una zanahoria, tengo hambre. Y el muñeco le ofreció la zanahoria de su nariz.
Mas tarde, el muñeco oyó llorar a un niño que buscaba comida para sus hermanos. El dueño de la huerta le había negado su ayuda, de modo que el espantapájaros arrancó la cabeza que era la calabaza, y se la dio.
Al amanecer, el campesino fue al huerto y vio el estado en el que había quedado su espantapájaros. Entonces decidió quemarlo. A partir de ese día el campesino aprendió a ser una persona más solidaria porque se dedicó ayuda a los necesitados.



lunes, 18 de marzo de 2019

Los olimareños / Sembrador de Abecedario /

sembrador de abecedarios


Sembrador de abecedario
Para colmarme la vida,
para llenarme de luz,
imitando a mi bandera
me voy a la escuela
de blanco y azul.

Siempre me dice el maestro
con dulce dejo de amor:
«El fundador de tu escuela
se llama Varela,
quiere, quiérelo».

Sembrador de abecedario,
líder del verbo oriental,
don José Pedro Varela,
Pastor de la escuela,
jamás morirá.

Gracias, señor don Varela,
gracias, señor don José,
don Pedro, fiel de los niños
que cantan la letra
que les dio su fe.

Cuando me voy a la escuela,
don José Pedro, qué bien
si viera usted qué contento
me vuela por dentro
pensando en usted.