Muerte del General Artigas
Artigas murió repentinamente, el 23 de setiembre de 1850, a los 86 años 
de edad y a treinta años de entrar al Paraguay. No se confirma la 
historia de que quisieran trasladarlo a la casa de López pero delirando 
gritaba que le trajeran el "morito" (su caballo), dando órdenes a sus 
antiguos oficiales, y que luego al otro día Ansina, lo encontró muerto.
Sus restos, seguidos de tres o cuatro vecinos, recibieron silenciosa 
sepultura en el Cementerio de la Recoleta , situado a corta distancia de
 la quinta, y allí quedaron en la fosa 26 del sector denominado "Campo 
Santo de los Insolventes", pues nadie donó los dos pesos del derecho que
 cobraban los curas. El cura del pueblo escribió esta acta: “En esta 
parroquia de la Recoleta de la Capital , a 23 de setiembre de 1850, yo, 
el cura interino de ella  enterré en sepultura ordinaria el cadáver de 
un adulto llamado José de Artiga, extranjero, de esta feligresía. Doy 
fe. Cornelio Conteras.” Enterado poco después de quién se trataba, el 
cura enmendó el acta y le puso “general Artigas”.
La primera noticia necrológica respondió a “El Paraguayo Independiente” 
de Asunción, del 28 de setiembre de 1850, cinco días después de la 
muerte del prócer. En Uruguay, “El Porvenir” del 5 de febrero de 1851 
recogía la noticia del “Jornal de Comercio” de Río de Janeiro de 13 de 
enero, fue el primer diario uruguayo que informa sobre la muerte de 
Artigas:
“ La Historia del general Artigas es muy conocida en nuestro país y aún 
existen compañeros de armas, hombres que lo conocieron y observaron. La 
historia imparcial juzgará algún día esa época, porque es una propiedad 
suya. La revolución, las pasiones, todavía no han acabado, están en pie y
 difícilmente podríamos ocuparnos hoy de trazar los pasos, la vida del 
general Artigas, porque sería un trabajo incompleto y hasta 
extemporáneo. Recordémosle en la mansión del silencio y la tierra 
extranjera que ha recibido sus restos mortales, le sea leve: mientras 
tanto que ellos no queden olvidados, y que la República , cuando asegure
 la paz, pueda transportarlos para que reposen en el suelo de su 
nacimiento y en el lugar destinado a eternizar la memoria de los hombres
 que, como él llegaron a presidir los destinos de un país, al que 
consagró su vida peleando por su independencia y libertad como su primer
 guerrero”.
En febrero de 1851, se presentó ante las autoridades, doña Josefa De 
María de Artigas expresando que “siendo de notoriedad pública la muerte 
de su desgraciado suegro el general D. José Gervasio Artigas”, se le 
auxiliara para poder llevar “el luto correspondiente” y para “mandar 
hacer algunos sufragios por su alma”, con el deseo de cumplir un “deber 
de religión como de honor a su memoria” (Pivel Devoto, Juan; “De la 
leyenda negra al culto artiguista”).
Años más tarde, en 1854 durante el gobierno del General Flores, el 
Gobierno uruguayo recibe autorización para repatriar el cuerpo de 
Artigas, quien llega a Montevideo el 19 de setiembre de 1854. La urna 
que contenía sus restos fue primeramente depositada en la Rotonda del 
cementerio Central, hasta ser finalmente ubicada en el Mausoleo 
construido en su honor en el año 1977, debajo de la estatua del prócer 
en la Plaza Independencia.
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