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lunes, 19 de junio de 2023

La revolucion oriental secuencia de actividades 5to año

 5to año

Secuencia didáctica que tiene por objetivo que los alumnos conozcan el proceso de la Revolución Francesa y comprendan las notas o atributos del concepto de Revolución política: situación de revolución (dos bloques enfrentados por la toma del poder) y resultado revolucionario (la toma del poder por parte del grupo que intenta llegar al poder). 

Propósitos:

Que los alumnos conozcan el proceso de la Revolución Francesa.
Que los alumnos comprendan las notas o atributos del concepto de Revolución política: situación de revolución (dos bloques enfrentados por la toma del poder) y resultado revolucionario (la toma del poder por parte del grupo que intenta llegar al poder). 

Contenido:
Ciencias Sociales: La Revolución Francesa. Concepto de Revolución política. 

Actividades

actividad 1

Se propone el trabajo con fuentes iconográficas, particularmente con el óleo "La libertad guiando al pueblo" de Eugène Delacroix. Se sugiere tratar con los alumnos el hecho de que esta obra no es una fotografía, sino una interpretación de los hechos realizada por el pintor. El docente podrá gestionar dicha fuente a partir de diversas interrogantes: ¿Qué podría expresar dicha pintura? ¿Qué podría representar la figura femenina central? ¿Se visualizan en la pintura representantes de los distintos grupos o sectores sociales? ¿Qué relación encuentran entre el óleo de Delacroix y la Revolución Francesa?, entre otros.

Si bien el cuadro "La libertad guiando al pueblo" no representa la Revolución Francesa de 1789, sino una de las Revoluciones burguesas de 1830, se recomienda trabajar con los niños el tema de que los cuadros no constituyen una fotografía, sino una interpretación de los acontecimientos realizada por los pintores, mucho tiempo después de los hechos. De esta manera, los alumnos comprenderán que lo que observan no es la Revolución Francesa o una de las Revoluciones burguesas de 1830 tal cual sucedieron, sino una reconstrucción de la época, imaginada por los artistas de acuerdo a documentos históricos que consultaron.

actividad 2


Posteriormente se puede proponer el visionado de un video que explica brevemente el significado del cuadro "La libertad guiando al pueblo" de Delacroix.

actividad 3

Cuento: "En París, durante la Revolución"


       Dominique recorre rápidamente las calles de París, camino a su casa. De repente… escucha sorprendida:

-¡Cuidado el agua, ciudadana!


Dominique está empapada, le han tirado desde el segundo piso un grancubo de agua completamente gris, luego de haberla usado para lavar elsuelo.

-¡Qué horror!! ¿Ciudadana?... ¿Yo que tengo solo 10 años? –piensa Dominique.


Es que ahora ya no se dice señor, señora o señorita, sinociudadano o ciudadana. ¡Es la República!


Dominique camino a su casa, ha pasado el puente de Notre-Dame, ha bordeado el malecón y contempla la plaza Greve. Aquí seorganizan generalmente las fiestas importantes, pero este verano,más bien se ve la guillotina…

No hace mucho tiempo, recuerda ella, se gritaba por las calles,¡Viva el rey!... pero después de intentar fugarse, nadie le tuvo yaconfianza. Ahora el rey Luis está preso y se habla de juzgarlo.

Dominique tiene muchas preguntas. Han pasado muchas cosasque no entiende bien. Sabe que durante el almuerzo podrá hablar consu tío Philibert, un revolucionario.

-Tío, ¿por qué pusieron preso al rey Luis? ¿Es verdad que ya nogobernaba bien?


-Mi querida niña, a la monarquía no le interesaba el bienestar del pueblo. La mayoría de los nobles y también de los sacerdotes,apoyaban al rey porque tenían temor de perder todo lo que hasta ese momento habían conseguido. Pero en el pueblo eldescontento era muy grande, luego que el invierno había traídohambre y miseria.

-Entonces hubo una Revolución que no estaba de acuerdo con que el rey gobernara.

-Claro, lo que hizo que muchos hombres nobles y ricos además dejefes militares, abandonaran Francia. Se formó una nueva Asamblea que también podía tomar decisiones.

-¿Qué es una Asamblea?


-Un grupo de personas que discuten y resuelven los problemas dela gente.


-¿Qué problemas?


-Las personas no tenían todas los mismos derechos. Uncampesino trabajaba muchas veces sin recibir dinero y además debíapagar a los nobles, dueños de las tierras por trabajar en ellas.

-Y la revolución, ¿ya terminó?

-No, aún no. Tu hermano como muchos otros se unióvoluntariamente al ejército para enfrentar a otros países que apoyan alrey Luis. Nuestro deber es defender las conquistas logradas. Además,en la ciudad todavía puedes ver grupos armados que persiguen a losque están en contra de la Revolución.

-¿Por qué entonces detuvieron al papá de Jacques si él no es unhombre rico, sólo se dedica a vender granos?

-En estos tiempos es difícil saber quienes son buenos o malos; todo es muy confuso. Ya ves, hubo un error al detener al papá deJacques. Esta tarde en la reunión del Tribunal de Justicia, se resolverásobre su situación. No debe morir en la guillotina.

Al día siguiente el vendedor de granos fue liberado. No todostuvieron la misma suerte. Muchos como el rey Luis y su esposa María Antonieta fueron condenados y ejecutados en la plaza pública.Terminada la revolución, los reyes ya no gobernarían más enFrancia.



Fuente: Adaptación. HOFFMANN, G; DE NAUROIS, S. En París,durante la Revolución. Colección: Los niños en la His

actividad 4

http://escuelarural78paysandu.blogspot.com.uy/2012/07/lectura-amanecer-de-un-dia-agitado.html 

Anochecer de un día agitado

Me llamo Eugenia Ortiz.

La semana próxima voy a cumplir 65 años.

Nací en Buenos Aires en 1809. Por aquella época era común que los niños que pertenecíamos a familias donde no faltaba el dinero fuéramos criados por esclavas negras. Eran nuestras amas de leche y los médicos las recomendaban como las mejores nodrizas.

La mía se llamaba Clementina, ¡y yo la adoraba!

En las tardes de verano, cuando el calor se hacía insoportable y todos dormían la siesta,

nosotras nos sentábamos debajo del limonero.

Nadie como ella sabía explicarme todo tan bien.

(…)

Este es uno de los primeros recuerdos que tengo de mis charlas con la tía Cleme. Fue algunos años después de la Revolución de Mayo En el reloj había sonado la hora fatal: la de ir a la cama. ¿A qué niño le gusta ir a la cama? Mi tatita acababa de darme la bendición cuando, al pasar al lado de mi madre, pude ver que todavía tenía los ojos enrojecidos por el llanto de esa tarde. Entonces, mientras me zambullía

en las sábanas heladas, le dije a Clementina...

—Tía Clementina, contáme, ¿por qué lloraba mi mamá esta tarde?

—¡Ay, niña Eugenia, no me haga andar contando las cosas de mi amita!

—Contáme, Clementina. Hasta que no me cuentes, no me voy dormir.

—Mire que es caprichosa, mi niña! Le cuento rapidito y después se me duerme, Mañana es fiesta de la Patria y tenernos que estar tempranito en la plaza pa’ cantar el Himno.

—Prometido.

—Su Merced lloraba porque pa’ esta fecha se le viene a la memoria el recuerdo del hermano

que está en España.

—El tío Eusebio, Clementina?

—El mesmo, mi niña.

—Yo no lo recuerdo para nada.

— Y de las primas tampoco se acuerda?

—Nada de nada.

—Ay, qué negra bruta que soy! Cómo se va a recordar, si mi niña era así de chiquitita cuando

ellos se fueron.

— ¿Chiquitita como mi hermano era yo, Clementina?

— ¡Igualita!

— Bueno, seguíme contando, ¿por qué lloraba mi madre?

— Como le decía, niña Eugenia, l’amita lloraba porque hace siete años, pa’ esta fecha, se

armó un lío tan grande en este país y en esta casa que de resulta de eso, su tío se fue

con la familia a España pa’ nunca más volver.

— ¿Y no se sabe nada de ellos?

— Algo debe saber l’amita, porque de vez en cuando recibe cartas. Después que las lee me

pide que se las guarde en un baúl que yo tengo.

— ¿Y qué dicen, Clementina?

— ¡Y no sé niña, si yo no aprendí a leer! Y aunque supiera, tampoco andaría por ahí,

husmeando cartas ajenas. ¿Qué le estaba contando? ¡Ah!, sí, el lío que se había armado.

Eran como las seis de la tarde del 25 de mayo del año’18lO. Había lloviznado todo el

santo día, lo mesmito que hace hoy. Esa mañana, después de una semana movida como

un candombe, habían sacado al virrey del gobierno lo habían cambiado por una Junta.

— ¿Un virrey? ¿Qué es virirey, Clementina?

— ¡Ay, niña! ¡Si a cada cosa que sale de mi negra boca usté’ va a preguntar! Espere que ya

vamo’ a llegar a esa parte.

Le decía, entonces, que ese día 25 había cambiado el gobierno. Y de tener gobernantes

españoles pasamos a tener gobernantes de acá nacidos en esta tierra, criollos, como se dice,

— ¡Como yo! —Como usté’, como su hermano, como su padre. Pero no como su madre ni como su tío

Eusebio, que por ese lado de la familia son todos españoles.

—No me traerías un jarrito de mazamorra, Clementina? ¡Tengo un hambre!

— ¡No, mi niña, ya comió demasiado! Ahorita que le termino de contar, le traigo un dulcecito

pa’ engañar el estómago. Le decía, entonces, que ese día 25 los criollos se habían hecho cargo

del gobierno, dejando afuera a los españoles. ¡Así que se imagina como estaban los españoles!

- ¿Y me imagino cómo estaba el tío Eusebio! ¿Y papá?, ¿qué hacía papá?

— ¡Ahí estaba el asunto! El amo era uno de los que habían ido ese día al Cabildo, a votar pa’

que el virrey se fuera. Y el tío Eusebio, a votar pa’ que se quedara.

- Y como habían ganado los que lo querían sacar, el amo se burlaba de su tío.

- ¿Y qué le decía, Clementina?

—De todo; “chivato” y otras cosas que no se pueden repetir. ¡Y ahí estaban los dos, sacándose

chispas por los ojos!

— ¿Siempre se peleaban, tía?

— Discutían bastante.

— ¿Por...?

— Parece ser que los lío’ entre el amo y su tío eran porque no pensaban lo mesmo.

— En qué cosas pensaban distinto, Clementina?

— En muchas. No sé, yo mucho no entiendo. Parece cuestiones de dinero, de política.

— Pero, ¿quiere que le diga una cosa, mi niña?, a mí tampoco me terminaba de gustar ese

Eusebio. Andaba siempre con la narí’ pa’ arriba, creyéndose muy importante el hombre

porque era español. Se daba corte porque a veces el virrey lo invitaba a los banquetes.

— ¿Y a mi papá no lo invitaba?

— ¡Qué lo va a invitar, mi niña! Además, ni falta que le hacía; el amo tenía otra clase de

amistades.

— ¿Quiénes, Clementina?

— Toda gente instruida, que tenía ideas más modernas, como Mariano Moreno, ¡que Dios lo

tenga en la gloria!, o Manuel Belgrano, y otros que ya ni me acuerdo.

— Belgrano?, ¿el de la bandera?

— Ajá, el mesmo. Bueno, ya nos fuimos por las ramas. Ni sé de lo que estábamos

hablando... ¡Ah, sí!, de ese día en el Cabildo. Después que volvieron de votar, la tarde

acá en esta casa se había puesto difícil... Pa’ el amo era un día de fiesta y pa’ el otro,

un velorio.

Pero el lío se armó a la noche. La Junta de Gobierno dio la orden de prender toditos lo’

farole’ del Cabildo y de la ciudad. ¡Pa’ que se notara la fiesta! ¿entiende, mi niña?

— ¡Ah! Igual que ahora, cuando nuestro ejército les gana una batalla a los españoles, ¿no?

— La mesma cosa. Así que mandaron encender todas las velas. Pero la lluvia apagaba los

candiles. Entonces dispusieron que se prendieran las velas de todas las casas y que se

abrieran los postigones pa’ que la luz de adentro iluminara las calles.

— ¿Y el tío aceptó?

— ¡Ahí fue cuando se armó! El amo abría las ventanas y su tío las cerraba. ¡Así anduvieron

por no sé cuánto tiempo! Uno que abría y el otro que cerraba, uno que abría y el otro

que cerraba.

— “Qué va!”, decía Eusebio. “Gastar en velas porque se les ocurre a unos cuantos

atropellados que sacaron de su puesto al virrey” “¡Ya bastante con las que se prendieron

en el Cabildo!” “¿Quién va a pagar todo lo que estuvieron gastando toda la semana, eh?

¿quién? ¡¡¡Nosotros!!!” Y seguía: “Entre las velas, los vinos que se tomaron y las viandas

que le encargaron a la fonda de Berdial, deben sumar unos cuantos reales” ¡Y gritaba

como un loco!

— ¿Y mi papá no decía nada, Clementina?

— ¡Y cómo no! Ahí no más le retrucó: “Bien que cuando te sirvieron el chocolate lo

agarraste sin chistar”, decía el amo.

Pero el tío Eusebio hablaba solo y ni lo miraba al amo.

El seguía con la suya: “Me gustaría salir a la calle y ver con mis propios ojos cuántos son los

que tienen las ventanas abiertas. ¡Pero qué voy a salir, si andan esos locos por ahí,

metiendo miedo a la gente con sus sables y sus pistolas!”.

Ahí el amo no aguantó más, y le pegó un trompis al tío Eusebio.

—Y yo dónde estaba, tía Clementina?

—Usté lloraba, mi niña, porque el barullo era increíble, pero yo enseguidita me la llevé pa’l

fondo, pa’ que no oyera.

— ¿Y siguieron peleando?

— ¿Que si siguieron? ¡Siguieron hasta que el amo le partió un paraguas por la cabeza al tío

Eusebio!

— ¡¿En serio?!

— ¡Que me caiga muerta ahorita mismo si le miento! En mi baúl tengo guardado el mango

de ese paraguas.

— Mostrámelo, tía, mostrámelo.

— ¡Qué le via mostrar ahora, ésta no es hora! Ademá’ tiene que ser en secreto.

— ¿Por?

— Porque al amo no le hace mucha gracia ese recuerdo. ¡Tiene grabado el nombre del rey

de España!

— ¿Entonces por ese lío se fueron el tío Eusebio y las primas a España?

— ¡Claro! A la semana ya estaba preparando el equipaje pa’ irse en el primer barco que

saliera.

— ¿Y nunca más van a volver?

— Eso yo no lo sé, mi niña. ¡Y ahorita, a dormir! Si no, mañana no vamos a tener ganas de

cantar ni de bailar ni de nada.

— ¡No, Clementina, contáme más cosas de cuando yo era chiquitita!

— ¿A estas horas? A estas horas, esta negra vieja lo que precisa es un buen descanso. Y

ustë’ también, mi niña.

— ¡Una, una solita! — Ni media. Si se me está cayendo de sueño. Admá’, por estar

contando estas cosas, todavía no acosté al angelito de su hermano.

— ¡Diga que es un santo el pobrecito! Ande, a dormir se ha dicho! —Está bien, pero otro día me contás, ¿si?



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